Diez consejos para no perder la armonía familiar en las fiestas de fin de año.
La familia y los compromisos familiares son de las mayores fuentes de conflicto durante las fiestas de fin de año. A veces uno de los dos en las parejas ceden a ir a donde quiera el otro y a base de eso surgen rigideces que afloran en la mesa.
Lo mejor es conversar también una pauta general de las cosas que se abordarán y en pos de una jornada tranquila, mejor tomarse la oportunidad con tranquilidad y algo de ligereza.
En casi todas las familias hay discusiones, particulares o políticas, que pueden parecen ridículas, agresivas, pesadas, poco graciosas que hacen que las cenas de fin de año resulten casi un suplicio.
Hay maneras de enfrentar este tipo de desafíos.
1. Elegir bien el lugar donde uno se ubica. Ponerse lo más lejos posible de la persona incómoda. Si está cerca será más complicado sentirse relajado durante las conversaciones.
2. Relacionarse con quien a uno lo divierta. Pasarlo bien es una forma de tomar el control sobre la situación. Cuanto más se divierta, menos pensará en quien le cae peor y menos dramática pasará la situación.
3. Elegir los temas de conversación. Muchas veces el conflicto no pasa sólo por la persona, sino por el tema de conversación. Poder proponer temas relajados hará que todo esté bajo control.
4. Apoyarse en lo lúdico. Si en lugar de estar discutiendo en familia se puede proponer un juego, el foco tomará otra atención. Existen juegos de mesa ideales para estas situaciones. La gente lo pasa bien y surge la complicidad en lugar de la discusión.
5. Evitar los momentos conflictivos. En rigor estye punto depende más de la actitud, la amabilidad, la flexibilidad y el respeto con quienes se converse. En un ambiente de respeto no debieran existir temas vedados, pero sí hay que ser realistas y existen ocasiones en que aspectos como las comparaciones entre familias o la política han generado tiranteces. Por esta noche conviene ahorrarse esos instantes.
6. Ser prudentes con la información. Se recomienda en esta jornada no hablar de temas que puedan incomodar a quienes acompañan (la pareja, los hijos). Cada persona tiene sus límites respecto a lo que es íntimo y lo que no. Hay personas que son capaces de hablar de todo y otras a las que les gusta mantener según qué cosas en privado. No está demás una coordinación previa de lo que se puede o no compartir en la mesa sobre los más cercanos.
7. Pensar antes de hablar. El mero hecho de hablar por hablar incluye no valorar las consecuencias de lo que se dice. A pesar de que emocionalmente sale abordar una temática o establecer una aclaración a los dichoa antes por otra persona, analizar y valorar qué consecuencias tendrán esas palabras y a quién(es) puede(n) perjudicar. A lo mejor no quedas a gusto con el control, pero no perjudicas a otros de los presentes.
8. No tomar los comentarios de manera personal, aunque sí lo sean. Centrar la temática en lo conceptual puede garantizar más un buen desarrollo de un intercambio de ideas, que tomarlo siempre desde una óptica intensamente personal y directa.
9. Ser condescendiente con la falta de respeto. Piensa en que la mayoría de personas no están entrenadas para ser empáticas y socialmente habilidosas. Cada uno arrastra su pasado, sus experiencias y tiene su modo de conducta. Trata no de comulgar con la falta de respeto, pero sí de ignorar a quien igual no ha tenido la suerte de formarse en ser más asertivo.
10. Evitar tocar temas incómodos a los anfitriones. No es lo mismo lo que se puede hablar con los amigos que los que se pueden abordar en una visita. Hay que saber las cosas que incomodan a los anfitriones y salvo que sean ellos los que aborden ese tipo de aspectos, la visita no debe ser quien imponga los términos.
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